Categoría: <span>Niños</span>

¿Qué clase de madre van a pensar que soy?

 

“¿Cómo hago para que mi hijo ponga atención en sus clases de zoom? ¿Qué clase de mamá va a pensar la maestra, que soy?”. “Me siento la peor madre del mundo porque salgo del trabajo cansada todos los días, y no tengo energía para jugar”. ¿Suena familiar? Bienvenidas a la culpa materna. 

 

La culpa es un sentimiento diferente a la tristeza o el enojo. Cuando sentimos culpa, experimentamos una combinación de frustración, ansiedad y vergüenza. Si este sentimiento se acumula a través del tiempo, puede llegar a dañar nuestra percepción de nosotras mismas, de nuestro valor y de nuestras capacidades. Puede predisponernos a padecer depresión, ansiedad, y otros problemas de salud mental y física. 

 

La experiencia de la maternidad es única para cada persona. Pero en general, suele ser una etapa rodeada de muchas expectativas y presiones (personales, familiares y culturales). Un estudio reveló que ser madre actualmente, equivale a tener 2.5 trabajos de tiempo completo. Si trato de pensar cómo sería eso, me doy cuenta que no estamos hablando de varios trabajos en turnos seguidos, sino varios trabajos a la vez, en turnos que chocan, sumado al trabajo regular, y ahora también el de maestra/estudiante. 

 

Uno de los principales disparadores de la culpa en la maternidad son nuestras propias creencias de lo que “deberiamos” estar haciendo. La gran mayoría de las madres tiene un genuino deseo de hacer lo mejor para sus hijos. No es que no te estás organizando suficientemente bien. No es que tienes que esforzarte más. Es que las mamás tenemos el plato más lleno de la cuenta, y no es culpa tuya. Incluso cuando tenemos una pareja con quien repartir las responsabilidades, la mayor parte del peso (especialmente lo relacionado con el cuidado y lo emocional) cae de nuestro lado. 

 

Estamos bombardeadas de mensajes: lo que vemos en los anuncios de publicidad, las vidas “perfectas” que vemos en redes, los comentarios bienintencionados de nuestros seres queridos, y hasta los comentarios malintencionados de extraños en internet. Pero no olvides que al final del día, la relación que tú tienes con tus hijos es única. Las decisiones que tomes pensando en el bienestar de tu familia, no tienen que hacerle sentido a más nadie que a ustedes. Las personas que estás criando tienen sus propios caminos por recorrer, y tú solo eres una acompañante. 

 

Te invito a que tomes el sentimiento de culpa como información. Donde sientas culpa, probablemente estés frente a algo que es importante para tí. Pregúntate si es realmente tu responsabilidad. Por ejemplo, que a tus hijos les vaya bien en la escuela es de tu interés, pero no es tu responsabilidad; es de ellos. Es tu responsabilidad sanar tus propias heridas para no pasarle tus inseguridades a tus hijos, pero no es tu responsabilidad librarlos de las dificultades de la vida. 

 

No dejes que la culpa te paralice. Tú eres su mamá. Tu puedes con esto.

El niño con hiperactividad, y la escuela

No hablaremos de un “niño hiperactivo”, ya que este fraseo tan simple marca una gran diferencia. Si hablamos de un “niño hiperactivo” estamos sugiriendo que la hiperactividad es parte intrínseca de su ser, de su identidad. En cambio, hablar de un niño “con” hiperactividad supone una condición que el niño presenta, que puede ser modificada. Lo que parece un juego de palabras es clave para como nosotros percibiremos y nos relacionaremos con él, como se percibirá a sí mismo y en consecuencia, afectará su conducta.

En la escuela, estos niños suelen tener problemas ya que les es extremadamente difícil quedarse sentados, no molestar a sus compañeros, terminar sus trabajos correctamente y a tiempo.

La interacción con estos niños puede causar en los adultos impaciencia, enojo y frustración. El fastidio del adulto se suele traducir en regaños y descalificaciones conscientes o inconscientes, rebajando el autoestima del niño (“soy incapaz, ineficiente”) y seguramente produciendo rebeldía y deterioro en la relación adulto-niño. En el salón de clases, los regaños y expresiones de impaciencia por sus dificultades paralizan su proceso de aprendizaje, y crean rechazo a colaborar con la maestra.

Lo principal en el trato con estos niños es crearles el sentido de que son personas capaces, y que no son unos tontos.

Técnicas de intervención en el salón:

  • Fijar normas y límites muy claras y concisas, así como las consecuencias específicas de lo que conlleva romper las reglas.
  • No castigar en exceso: ignorar las pequeñas conductas impulsivas, pero castigarlo de inmediato cuando haga una acción que es claramente provocativa.
  • Usar el verbo “estar” y no “ser”.
  • Recordar las normas al iniciar la clase.
  • Combinar los periodos de atención con los de acción.
  • Dar más tiempo para que termine sus actividades.
  • Permitirle que continúe trabajando. Por ejemplo, hacer dibujos en la parte de atrás de la hoja, seguir añadiendo detalles que cumplan con la instrucción, etc.
  • Permitir los movimientos del niño que no molesten el trabajo de los demás ni el suyo.
  • Actividades cortas y de transición rápida y controlada, contemplando que pueda moverse luego de un tiempo determinado.
  • Decirle con frecuencia que se está portando bien, cuando cumple con lo que se desea de él. Aunque no lo parezca, puede estar haciendo un real esfuerzo.

¡Hay que jugar!

Todo padre quiere darles el mejor futuro posible a sus hijos, y una buena educación es una herramienta básica para ello. Los niños entran cada vez más temprano al sistema educativo, y los beneficios son muchos, desde el punto de vista académico, psicológico y sobre todo, de la socialización. Pero hay que tener en cuenta que la educación formal es solo una parte de lo que preparará al niño para la vida adulta.
Conoce más

¿Qué clase de madre van a pensar que soy?

  “¿Cómo hago para que mi hijo ponga atención en sus clases de zoom? ¿Qué clase de mamá va a pensar la maestra, …

La pandemia no atrasó a los niños. Los cambió.

“Estoy observando un retroceso notable [durante la pandemia de Covid-19], superior a lo que suele considerarse adecuado …

“Aquí se hace lo que yo digo y no lo que tú quieres”

Para vivir en sociedad, debemos ser capaces de seguir normas y reglas. En su esencia, las reglas existen para mantenernos …