“¿Y tú siempre estás alegre?”
Todos tenemos algo
Me he dado cuenta que todo el que tiene un nombre “peculiar”, se enfrenta a una serie específica de comentarios, que ya conoce y anticipa. Y aunque no sean malintencionados, pueden dejar una expectativa sobre la persona. Cada vez que me toca decir mi nombre o enseñar mis documentos: “ah, tu siempre estás alegre”, y de vez en cuando “o sea que tú no te pones brava”.
Cuando era chiquita, me molestaba, porque sí. No me gustaba que me hicieran relajo con mi nombre. Más grandecita, simplemente seguía la corriente, y todos nos reíamos. Pero de hace varios años para acá, contesto: “no siempre”. La reacción de la gente es de shock; definitivamente no es la respuesta que esperan. Me pregunto qué les causará ese shock: que no sea complaciente y les siga la corriente, o escuchar a alguien admitir que no siempre es feliz. Acerca de cualquiera de los dos podría hablar un montón, pero hoy estoy pensando en las expectativas que tenemos acerca de la vida y la felicidad. En mi experiencia he visto que muchas personas se manejan en una dicotomía de: la vida es dura y el sufrimiento es garantizado, versus, la felicidad es la única emoción válida, los sentimientos incómodos son señal de debilidad y no se pueden manifestar. Esta es una postura muy difícil de sostener mientras se intenta vivir una vida plena.
La verdad es que en mi adolescencia/adultez temprana, cuando aún respondía “agradablemente”, algo en mí se revolvía. Era una época retadora: navegar las relaciones sociales, terminar la secundaria (las ciencias no se me daban bien en la escuela, pero en 6to año me empezaron a encantar), escoger carrera (primero me metí a Mercadeo y Publicidad, y tuve que enfrentar la difícil decisión de cambiarme de carrera), empezar la vida adulta… Y el estigma me perseguía sin darme cuenta: “¿por qué no estoy feliz? Algo estoy haciendo mal… quizás estoy defectuosa”. La búsqueda de felicidad y la negación de la incomodidad fue el tema de mi etapa de rebeldía. “¡Sí, SIEMPRE estoy alegre!”, resultó tampoco ser compatible con una vida satisfactoria.
Somos seres multidimensionales
En terapia a veces hablamos de vivir en los grises. También me gusta hablar de espectros. De arcoíris. De dimensiones. Las personas somos seres complejos, cambiantes, ricos. Nos desenvolvemos en muchos ambientes, tenemos una gama amplia de emociones. Cada uno puede tener talentos diversos, intereses variados. Podemos oscilar desde lo más light a lo más profundo. Ser una cosa no tiene por qué negar la otra.
El balance, en este momento para mí, luce así: mi familia y yo tenemos salud y trabajo, y aún así, a veces tengo días buenos, y a veces no. A veces estoy agradecida con la vida, y a veces estoy brava con el mundo. A veces estoy enfocada en mi dimensión profesional, y descuido mi dimensión física, o estoy muy en mi dimensión familiar y descuido mi dimensión social, y otras veces me doy cuenta y trato de compensar. La felicidad es un estado fluctuante dentro de un espectro de emociones. No es una meta, y mucho menos una obligación. He entendido que soy una persona deliciosamente compleja (igual que tú), y quiero explorar todas mis luces y mis sombras. Así como quien quiere viajar y conocer el mundo, también quiero conocerme a mí, con todo lo que soy y cómo voy cambiando.
Soy Alegre.
SOY.
Énfasis en el verbo SER.