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De la Hiperactividad Mental a la Serenidad: Cómo Proteger tu Atención

La sobreestimulación es un estado en el que el cerebro recibe más información, estímulos sensoriales y demandas cognitivas de las que puede procesar de manera eficiente. Esto genera fatiga mental, dificultad para concentrarse y una sensación de agobio constante. Puede afectar la salud mental y física, provocando agotamiento, ansiedad, falta de motivación y dificultad para disfrutar de actividades simples. También interfiere con la capacidad de establecer metas a largo plazo, ya que el cerebro se acostumbra a la gratificación inmediata en lugar de la paciencia y la persistencia necesarias para construir un propósito real. No lo podemos negar, nuestro día a día, la norma incluye: uso excesivo de tecnología y redes sociales, multitasking, consumo constante de información, entornos ruidosos y sobrecargados de estímulos, exigencias de productividad y gratificación instantánea, falta de pausas y descanso adecuado. Estas circunstancias son causas directas de sobreestimulación, hasta para el cerebro más «típico».

Lo opuesto sería vivir «normalmente estimulado». Esto significa recibir la cantidad adecuada de información y estímulos sensoriales para mantenernos comprometidos con la vida, sin caer en la sobrecarga o la desconexión. Es un estado en el que podemos estar presentes, enfocados y regulados, sin la necesidad constante de distracción o hiperactividad.

¿Cómo sería vivir normalmente estimulado? Poder concentrarnos en una tarea sin sentir la urgencia de revisar el teléfono o saltar de una actividad a otra. No necesitar distracción constante para evitar el malestar o la ansiedad. Elegir actividades por interés genuino en lugar de estímulos externos diseñados para capturar la atención (redes sociales, juegos en el celular, etc). No sentir fatiga mental al final del día por un exceso de información o multitarea. No sentir FOMO (fear of missing out).

Las consecuencias de la sobreestimulación y del uso compulsivo de las redes sociales se han convertido en un tema común en la consulta. A continuación te comparto algunas estrategias para reducir la exposición al ruido constante, recuperar la capacidad de concentración y reconectar con el presente:

  1. Limita la exposicion al celular
    Desactiva notificaciones innecesarias en el teléfono y configura tiempos específicos para revisar redes sociales o correos electrónicos.
  2. Recupera la tolerancia al aburrimiento
    Practica el hacer nada: Pasar algunos minutos al día sin estímulos puede ayudar a restaurar la capacidad de estar presente y mejorar la creatividad.
    Evita llenar cada momento de espera con el teléfono: En lugar de mirar el celular mientras esperas en una fila, o en el tranque, usa esos momentos para observar el entorno o reflexionar.
  3. Cultiva el enfoque profundo
    Crea bloques de tiempo sin distracciones para actividades importantes. Esto mejora la concentración y el sentido de propósito. Practicar mindfulness ayuda a mejorar la regulación emocional.
  4. Recupera la conexión con las actividades
    Actividades como la lectura, la escritura, el arte o el ejercicio sin métricas pueden ayudar a recuperar el sentido de disfrute sin gratificación instantánea. Leer en papel, escribir a mano o tocar un instrumento sin dispositivos electrónicos ayuda a reducir la dependencia digital.

Si has sentido los efectos de la sobreestimulación, no es demasiado tarde para recuperar las riendas de tu propia vida.

Ruido, Urgencia y Vacío: El Costo Psicológico de la Sobreestimulación

En la actualidad, vivimos en un estado de sobreestimulación constante. Las redes sociales, el product placement, los influencers, la contaminación auditiva y el bombardeo constante de información nos rodean a cada momento. Este constante bombardeo mantiene nuestro sistema nervioso en un estado de alerta permanente, lo que dificulta la relajación y la concentración. En un estado de sobreestimulación, reaccionamos constantemente a lo que nos rodea en lugar de tomar decisiones basadas en lo que realmente queremos. Esto nos lleva a un estado de hiperactividad sin dirección, sintiéndonos ocupados pero sin avanzar en un propósito significativo.

La sobreestimulación interrumpe nuestra capacidad de introspección, planificación y conexión con nuestras verdaderas necesidades y valores, dejándonos sin un sentido de propósito. Esta carencia de un propósito definido puede dejarnos con una profunda sensación de insatisfacción. Al no tener un objetivo claro que guíe nuestras acciones, es fácil caer en la sensación de estar ocupados pero no realmente avanzando hacia algo significativo.

La estimulación constante, especialmente a través de redes sociales y notificaciones digitales, mantiene nuestro cerebro en un ciclo de gratificación instantánea. Esto reduce nuestra capacidad para tolerar la incomodidad necesaria para perseguir metas a largo plazo, lo que nos deja sin un sentido de dirección real.

Cuando estamos bombardeados por información, entretenimiento y estímulos, no dejamos espacio para la reflexión. La claridad sobre lo que queremos y quiénes somos solo surge en momentos de calma, algo que la sobreestimulación elimina casi por completo.

La exposición continua a múltiples fuentes de información fragmenta nuestra atención. Esto nos impide profundizar en ideas, desarrollar proyectos personales y mantener la concentración en objetivos a largo plazo, esenciales para construir un sentido de propósito.

En lugar de sintonizarnos con nuestras emociones, estados internos y deseos auténticos, buscamos distracción constante. Esto impide que desarrollemos un propósito basado en lo que realmente nos importa y nos llena.

Como la sobreestimulación nos mantiene saltando de una actividad a otra sin un hilo conductor, sentimos que no avanzamos en nada concreto. La satisfacción proviene del progreso en algo significativo, pero cuando todo es ruido y distracción, perdemos la percepción de crecimiento y evolución.

En un mundo lleno de estímulos, es crucial encontrar espacios para desconectar y reconectar con nosotros mismos. Solo así podremos encontrar un propósito claro y un verdadero sentido de bienestar en nuestras acciones diarias.

 

6 ejercicios para sobrevivir el tranque navideño

Es diciembre y el tema del momento ya ustedes saben cuál es: ¡el tranque! El cansancio, las obligaciones, las filas, las ganas de llegar a casa se traducen rápidamente en frustración e ira. Pero dar rienda suelta a la rabia mientras vas en el carro perjudica tu salud física y mental. Y si tus hijos van en el carro, les haces sentir miedo y ansiedad, además de que aprenden a ser conductores agresivos en el futuro.

La realidad es que es diciembre y hay tráfico. Eso no va a cambiar pronto, y está fuera de tu control. Lo que sí está bajo tu control es cómo te lo tomas. Manejar irresponsablemente, gritar, manotear y pitar, no van a hacer que llegues más rápido, pero sí más amargada.

Te propongo unos ejercicios para ayudarte a mantener la cordura durante el tranque.

  1. Apaga la música y quédate en silencio. Olvida el celular y el chat. Solo quédate en silencio, respirando.
  2. Observa tus sensaciones. Lleva tu atención a tu cuerpo e imagina que liberas los puntos donde sientes tensión.
  3. Baja la velocidad. Si estás moviéndote, concéntrate en ir un poco más despacio que el límite de velocidad.
  4. Cuida tu actitud. Estar atascado en un tranque nos puede poner en modo de competencia, lo que crea más tensión. Si igual hay tranque, ¿qué te cuesta darle paso al carro que está tratando de cambiarse de carril?
  5. Aprovecha cuando los carros están detenidos, para observar a tu alrededor. Las hojas de los árboles, las decoraciones navideñas, los edificios nuevos, un balcón bonito…
  6. Cuando te subes al carro, y antes de bajarte de él, haz tres respiraciones profundas, y al exhalar, suelta las tensiones.

No vas a llegar más rápido, pero el tranque no contaminará tu tranquilidad ni la de tus seres queridos.

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